jueves, 26 de febrero de 2009

No todos los atardeceres son iguales

Hoy me dí cuenta.

Veo el atardecer en Madrid, bajo esa capa grisácea que lo envuelve, pero a la que al fin y al cabo te acostumbras, no te queda otra.
Me quedo mirando ese sol anaranjado, intoxicado. Embobada. Y con una mezcla de sensaciones dentro que no me paralizan. No consigo reaccionar.
Los recuerdos se me amontonan y los pensamientos también

Hace un año, ese sol intoxicado,era el sol puro, tan solo nublado por el siroco del desierto. Recuerdo esos atardeceres cuando volvíamos del mercado o sentados en las rocas de Tifariti, o en cualquier lugar fuera de la jaima sentados sobre la arena sin más complicaciones.
La tranquilidad, la paz y el sosiego de estar en la nada.
De poder disfrutar de algo de lo que aquí ni nos fijamos. El cielo. El sol.
La puesta.

Ya ha pasado un año de todo aquello y parecía que el tiempo no iba a pasar. Añoro muchas cosas de aquellos días, pero sé mirar hacia delante y ser feliz porque al menos lo viví, porque sin esa experiencia no sería la que soy ahora.


Estoy segura de que volveré

Hasta entonces seguiré recordando los atardeceres ( y esas noches de estrellas y luna como no he visto nunca)