jueves, 11 de febrero de 2010

Éramos


Aquella chica que de repente se tuvo que hacer mayor guardaba en sus ojos la alegría y la ilusión de su edad, tan joven como nosotras y sin embargo con una vida tan distinta.
Entre la arena se habían perdido muchas cosas, como las de miles de chicas que crecieron un día mientras dejaban su tierra huyendo de las bombas de napalm y el fuego cruzado y que ahora formaban parte de todo aquello que durante años habían estado creando, recordando que su situación era algo temporal , aunque se prolongara por más de 35 años. Algo que habían creado ellas solas, cuando los hombre no existían, porque hubo un tiempo en que su poder era real, un tiempo en que nadie les hacia aprender el discurso oficial y en que su libertad valía lo mismo que valían ellas, mucho, muchísimo. Más que nada en el mundo. Más que todo en el mundo.

Porque estando con ellas el mundo era distinto, las preocupaciones de aquí no existían, las diferencias no eran y la felicidad lo inundaba todo. Tremenda mentira. Las diferencias existen y quien diga lo contrario…HIPÓCRITA.

Me dí cuenta un par de semanas después, cuando después de dos meses y después de preocuparme, como no, de mí y de mis cosas, pensé en lo que habíamos dejado allá. Pensé “algún día vendrán a Madrid y les enseñaremos los parques y la ciudad y porqué no los bares” y en ese mismo momento me dí cuenta de que eso no pasaría. Que nunca conseguirían el visado. Que no son hijas de ningún ministro. Que ya no tenían siete años. Que las estarían mareando para salir de la hammada durante años y años hasta que se aburrieran de solicitarlo. Que su papel estaba allá en la jaima, cuidando a sus hermanas, madres e hijas. Tenerlas en reserva por si los hombres volvían a las armas.

Esto no es ningún cuento bonito porque su realidad no lo es. Pero lo que sí es bello son ellas, lejos de aquello que nos separa, de las diferencias, de la cultura…todo eso es un invento. Lo que realmente importa son las personas. Y eso es lo que era con ellas. Una persona más de entre muchas, con sueños, ilusiones, tristezas y sentimientos, exactamente los mismos. Era yo reflejada en ellas. ¿O era ellas reflejadas en mí? Qué más da!


Éramos.

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